La pintura al óleo “Jóvenes a las orillas del Sena” (o “Cortesanas al borde del Sena”) del pintor francés Gustave Courbet fue pintado en el siglo XIX como parte del realismo y generó mucha controversia por lo que representaba. La escena muestra dos mujeres jóvenes que descansan en la orilla del Sena en la sombra de un árbol.
La publicidad de Coca Cola de 1936 tiene mucho en común con este cuadro. Los dos personajes de ambos imágenes están situados en planes diferentes, uno detrás del otro y las dos escenas se desarrollan en medios naturales y representan actos cotidianos de momentos de descanso. Además, las dos mujeres en la publicidad son parecidas a los personajes en el cuadro de Courbet en que hay tonos sexuales en las dos representaciones: la publicidad muestra mujeres ligeramente vestidas, mostrando sus piernas, tomando sol lo cual engendra un pensamiento sensual; también hay una insinuación sexual en la pintura (por cual generó tanta controversia en su época) porque las mujeres aparecen “impúdicas” y hay una falta de distanciamiento del espectador.
Sin embargo, las expresiones faciales de las protagonistas de las imágenes diferencian substancialmente: en el óleo una está durmiendo y la otra demuestra un rostro pensativo, no mirando a su compañera; en la publicidad la joven del primer plano está sentada y mirando a nosotros (el objetivo de la campaña publicitaria) con una expresión bastante seductora, mientras que la mujer del segundo plano está mirando a su compañera con una expresión contenta. Los personajes de la publicidad ofrecen así un espectáculo de alegría, de salud, de disfruto y en tanto logra su objeto como publicidad: genera fascinación y envidio en el espectador-comprador. Da el mensaje de que si la persona que mira compra el producto, en este caso la Coca-Cola, él también va a disfrutar de tal felicidad.
El cuadro de óleo transmite una sensación enteramente distinta. Aunque sea más personal e íntimo que suelen ser las pinturas de óleo, hay una cierta distanciación del espectador como ninguna de las damas miran hacia él. Cada una está envuelta en sus propios pensamientos (o sueños) y no hay la provocación de un sentimiento de insatisfacción con sí mismo, de “si yo tenía eso, sería feliz.”
Así se ve que aún si ambas imágenes son constituidas por esencialmente los mismos elementos y representan escenas similares, generan sensaciones enteramente distintas en el espectador.
Denise Fuglesang
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